No es verdad, no es cierto (y además es imposible) que la
práctica totalidad de la marea verde y muy funcionarial de docentes en desacuerdo
con el TIL hayan empezado a trabajar por cuenta ajena en las esforzadas y
prietas filas de la Obra Cultural Balear, pese a que la propia OCB y unas
cuantas organizaciones de similar calaña los tengan a todos, de hecho, y desde
ya hace algunos lustros, trabajando a destajo en los gélidos y poco
esclarecidos muelles subterráneos de la inmersión lingüística.
Esto explicaría, pero no del todo, que en Baleares, como en el
laberinto de España al completo, el Informe PISA (llamado así por sus siglas en
inglés, que no transcribiré porque aquí nadie sabe inglés ni lo sabrá, por
desgracia, en varias décadas) caiga cada tres años como una especie de maldición
bíblica repleta de granizo y suspensos para todos, de metafóricas y elocuentes calabazas
que llegan tarde para la tortura anual de Halloween, pero no, por supuesto,
para sacarles los pocos colores que les queden intactos (y quizá febriles) tanto
a los alumnos como a los maestros.
Enciendo el móvil, la tableta y el portátil. Despliego el
atlas de un mundo envuelto en niebla y sicofonías. Armengol se ha ido a los oráculos de la Justicia a ver si le
descifran el enigma del TIL, mientras la OCB parece barajar con Hacienda
acuerdos que ni se saben. Tiene su mérito sumar seiscientos mil euros, según
creo, en generosas y bien fundamentadas donaciones. El negocio de la lengua funciona,
aunque sea a costa del conocimiento. Es una lástima.
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