¿Se acuerdan de Dolors
Miquel, la poetisa catalana que saltó a la fama, siempre fugaz y relativa,
de la actualidad cultural y política de este flamígero país en que vivimos tras
la lectura pública de su poema «Mare Nostra», una versión blasfema, aunque
inocua, del litúrgico «Padre Nuestro», durante la entrega de los Premios Ciudad
de Barcelona de 2016? Aunque sólo ha pasado algo más de un año la pregunta es
pura retórica. En efecto, yo la había olvidado, como acostumbro olvidar todo
aquello que no me afecta ni me interesa personalmente, todo aquello que, como
mucho, me ocupa unos instantes, quizá un par de frases, acaso algún guiño al
vacío, seguro que una sonrisa escéptica y desencantada o somnolienta y nada
más. Absolutamente nada más.
Nada más, hasta anteayer. Resulta que en la magnífica capilla
del Centre Cultural de la Misericòrdia, es decir, en las mismísimas entrañas espirituales
del Consell Insular de Mallorca, se inauguró una exposición colectiva a cargo
de Arantxa Boyero, Astrid Colomar, Mariaema Soler, Marta Fuertes, Laura Marte, Marta Pujades y Olimpia Velasco bajo el título de «L’ànima de l’invisible». Trata, en fin,
sobre la violencia machista, los clichés físicos o sociales y las complejas (o
fraudulentas, diría yo) relaciones entre el arte y las perspectivas de género. Pues
muy bien.
Para la ocasión, parece que el CIM ha echado la casa por la
ventana. Literalmente. Así, junto a un lujoso catálogo ilustrado, el CIM ha
pagado a las autoras por el tiempo y los gastos que la creación de su obra les
haya podido causar. No nos extraña que
la comisaria de la exposición, Georgina
Sas, esté eufórica con esta pródiga
política del CIM. ¿Hemos regresado a la época pretérita en que el Estado era el
principal mecenas o tutor del arte y los artistas? ¿Avanzamos, tal vez, hacia
un nuevo absolutismo electivo de los poderes públicos para con las iniciativas
individuales? No responderé a estas preguntas. No hace falta. Tiemblo cuando me
hablan de subvenciones, encargos y patrocinios. Tiemblo cuando no sé, en
definitiva, si me hablan de arte o de propaganda, de introspección honesta o de
simple militancia, de intoxicación ideológica.
Quizá algunos se pregunten, ahora, qué pinta Dolors Miquel
en este fregado. Resulta que ella, junto al vicepresidente primero y conseller
de Cultura, Francesc Miralles, abre el catálogo con un
abigarrado texto donde a falta de ideas propias se marca un voluntarioso y
prosaico cadáver exquisito (que por desgracia no alcanza la putrefacción mínima
exigible) sobre el arte y la violencia, la belleza y el horror, la maternidad,
la lucha de las mujeres, sus desnudos, sus vulvas, sus sombras y sus heridas.
Algo inenarrable.
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