LA TELARAÑA: Desmontando San Valentín

martes, febrero 14

Desmontando San Valentín


La Telaraña en El Mundo.
 
 Con los tiempos que corren no resulta nada fácil saber en qué día, realmente, estamos. ¿Qué se celebra, en cualquier caso, hoy? Resulta que hay días para casi todo y que es muy rara la circunstancia, la eventualidad, la ocurrencia o el arquetipo más o menos histórico que no tenga, en fin, su propio día de máxima visibilidad, de exaltación, de celebración en alguna parte del mundo o, al menos, de las redes sociales. Así, por ejemplo, mientras escribo estas breves líneas, se está celebrando, a la vez, el Día Mundial de la Radio y el Día Mundial del Soltero. Ahí es nada. Y hoy mismo, mientras ustedes las leen, se celebra, aparte del archiconocido (y comercial) Día de los Enamorados o de San Valentín, el Día Europeo de la Salud Sexual. ¿Lo sabían ustedes?
 Pero hay mucho, muchísimo más. Sólo hasta el final de este mes de febrero, según la web diainternacionalde.com, se celebran, entre otros de similar importancia o calado, el Día Internacional de la Lengua Materna, el Día del Pensamiento Scout, el Día Mundial de la Justicia Social, el Día Nacional del Trasplante y hasta el Día Mundial de las Enfermedades Raras. Ya lo dije, hay días para casi todo. El del pensamiento scout, al menos, tendré que revisármelo.
 Mientras tanto, al Consell de Mallorca y, sobre todo, a Podem Mallorca, con Miquel Ensenyat y Nina Parrón a la cabeza, les ha dado por sacar adelante, entre la bruma ágrafa e irrespirable de las redes sociales, la campaña «Desmontando San Valentín». Se trata, en resumen, de vincular el Día de los Enamorados con el grave problema de la violencia contra las mujeres. Se trata, y ya son ganas de hilar muy fino, de desmitificar el viejo y hasta revolucionario concepto del amor romántico, calificándolo de peligroso por sus presuntas conexiones con el maltrato machista y las relaciones tóxicas.
 No sé yo. O sí que sé. Hacer pasar por tóxicos, por ejemplo, a Goethe, Byron, Schiller, Hölderlin, Espronceda, Keats, Leopardi, Novalis o Pushkin resulta ridículo. Cínico. Manipulador. Y circunscribir el romanticismo a las fotonovelas de la televisión matinal o al repugnante trasiego de las tertulias del corazón (y de la política, por supuesto) me parece una simplificación imperdonable. El problema, por supuesto, no es el amor ni tampoco sus múltiples adjetivos, casi siempre fértiles, imaginativos y seductores; el problema es la ignorancia de algunos y algunas, de muchos, su pesada, mórbida gravidez, su absoluta falta de adjetivos y expectativas, su carencia de diálogo, su ausencia, en fin, de discurso, esa silenciosa sumisión donde la vida pierde su propio perfil y se convierte en una sombra oscura, pesada como una lápida y asfixiante como una mortaja.

 

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