Con los tiempos que corren no resulta nada fácil saber en
qué día, realmente, estamos. ¿Qué se celebra, en cualquier caso, hoy? Resulta
que hay días para casi todo y que es muy rara la circunstancia, la eventualidad,
la ocurrencia o el arquetipo más o menos histórico que no tenga, en fin, su
propio día de máxima visibilidad, de exaltación, de celebración en alguna parte
del mundo o, al menos, de las redes sociales. Así, por ejemplo, mientras
escribo estas breves líneas, se está celebrando, a la vez, el Día Mundial de la
Radio y el Día Mundial del Soltero. Ahí es nada. Y hoy mismo, mientras ustedes
las leen, se celebra, aparte del archiconocido (y comercial) Día de los Enamorados
o de San Valentín, el Día Europeo de la Salud Sexual. ¿Lo sabían ustedes?
Pero hay mucho, muchísimo más. Sólo hasta el final de este mes
de febrero, según la web diainternacionalde.com, se celebran, entre otros de
similar importancia o calado, el Día Internacional de la Lengua Materna, el Día
del Pensamiento Scout, el Día Mundial de la Justicia Social, el Día Nacional
del Trasplante y hasta el Día Mundial de las Enfermedades Raras. Ya lo dije,
hay días para casi todo. El del pensamiento scout, al menos, tendré que
revisármelo.
Mientras tanto, al Consell de Mallorca y, sobre todo, a
Podem Mallorca, con Miquel Ensenyat y
Nina Parrón a la cabeza, les ha dado
por sacar adelante, entre la bruma ágrafa e irrespirable de las redes sociales,
la campaña «Desmontando San Valentín». Se trata, en resumen, de vincular el Día
de los Enamorados con el grave problema de la violencia contra las mujeres. Se trata,
y ya son ganas de hilar muy fino, de desmitificar el viejo y hasta
revolucionario concepto del amor romántico, calificándolo de peligroso por sus
presuntas conexiones con el maltrato machista y las relaciones tóxicas.
No sé yo. O sí que sé. Hacer pasar por tóxicos, por ejemplo,
a Goethe, Byron, Schiller, Hölderlin, Espronceda, Keats, Leopardi, Novalis o Pushkin resulta ridículo. Cínico. Manipulador. Y circunscribir el
romanticismo a las fotonovelas de la televisión matinal o al repugnante trasiego
de las tertulias del corazón (y de la política, por supuesto) me parece una
simplificación imperdonable. El problema, por supuesto, no es el amor ni tampoco
sus múltiples adjetivos, casi siempre fértiles, imaginativos y seductores; el
problema es la ignorancia de algunos y algunas, de muchos, su pesada, mórbida
gravidez, su absoluta falta de adjetivos y expectativas, su carencia de
diálogo, su ausencia, en fin, de discurso, esa silenciosa sumisión donde la
vida pierde su propio perfil y se convierte en una sombra oscura, pesada como
una lápida y asfixiante como una mortaja.
Etiquetas: Artículos
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