LA TELARAÑA: Un gobierno de diseño

viernes, junio 8

Un gobierno de diseño


La Telaraña en El Mundo.



 Si yo fuera feminista estaría muy feliz con el gobierno de diseño de Pedro Sánchez, repleto de mujeres y también de talento. Si yo fuera activista de género e igualdad estaría también muy feliz con el gobierno de diseño de Pedro Sánchez, con su civilizada cuota de gais y también de talento. Si fuera, en definitiva, socialdemócrata, estaría francamente ilusionado con un gobierno que tiene la virtud de parecerse, como una gota de agua a otra gota de agua, a la sociedad misma que pretende gobernar: esta vez no va a hacer falta que pose nadie en Vogue, como sí hicieron en su día las ministras de Rodríguez Zapatero, porque la sensación es que tanto ellas como ellos llevan posando en los mejores escaparates del poder, tertulias televisivas incluidas, desde hace años, lustros, quizá décadas.
 Pero es obvio que yo estoy muy satisfecho con el gobierno de Pedro Sánchez porque no es nada fácil sacar un gobierno así de la nada telúrica más absoluta y vacía y presentarlo, luego, en público y conseguir que caiga estupendamente bien a todo el mundo. Otra cosa será lo que vaya o no a gobernar, pero qué importa realmente eso, si el mejor gobierno posible es el que apenas gobierna, el que no se inmiscuye en las cosas de la gente, al menos en las cosas de la gente buena, de la gente que no hace daño a nadie, que sólo mira por su familia, por su trabajo, por sus hijos, por ese ir haciendo camino al andar que es la vida, por definición o por experiencia, hasta que llegas al mar inmenso, azul y rizado y plúmbeo y aunque el agua te parezca, al principio, muy fría, luego resulta que no es así, que está cálida y tú te estás muriendo lentamente hasta que ya te has muerto.
 Con todo, el ministerio que más tiene ver conmigo es el de Cultura y Deporte. A ver cómo lo explico sin tener que ocuparme de las frivolidades adolescentes de Màxim Huerta. La cultura me interesa, porque todo cuanto hacemos o dejamos de hacer es, en el fondo y en la forma, una manifestación cultural, una manera propia, pero también social, de proyectar nuestra visión de la realidad, nuestro compromiso más o menos consciente con el tiempo y la historia que nos ha tocado vivir. Eso es tan cierto como que cada día que pasa creo menos en la Cultura (así, en mayúscula) e intuyo que, pese a la picazón de la curiosidad que nunca me abandona, acabaré descreyendo de ella por completo. Respecto al Deporte (así, en mayúscula) sólo les diré que practico el más noble y menos competitivo de todos ellos, el de pasear a diario por las calles de Palma sabiendo que cada vez que doblo una esquina la ciudad cambia de fisonomía y, en ocasiones, hasta se vuelve fiera: abre, entonces, sus fauces y me engulle y yo sé que no hay mejor lugar para viajar que el vientre de esa ballena inmensa que es la oscuridad.


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