La cárcel es como
el tiempo -al menos, como el tiempo en un poema de Eliot-; no cura nada y hasta es posible, a veces, que lo empeore
casi todo. Estoy echándole ristras de años a la mujer de una fotografía. Aquí
aparece brindando con cava entre Armengol
y Antich. Aquí con Matas. Aquí sonríe. Aquí también. Y la
pesada cadena del reloj refulge como si fuera de oro y platino, de zafiro y
diamantes alrededor de su cuello y también sobre sus hombros, la consumación
letal del abrazo de un áspid.
Hablo de María Antonia Munar, pero para qué
citarla. Mejor comprobar que aún tiene quien le escriba. El Lobby per la
Independència y el digital mallorcadiario.com, el de Antoni Martorell, además de algunas voces del soberanismo catalán.
Quién lo diría. O quién no.
A los del Lobby,
desde luego, hay que darles de comer aparte. Y menos mal que son pocos. Pero si
se atreven a ensalzar la figura del contrabandista como héroe nacional -a ese
rango han elevado al exconseller de ERC, Jordi
Ausàs, después de su detención por presunto contrabando de tabaco-, podemos
esperar, de ellos, cualquier cosa. Su afición por el barco de rejilla es como
resucitar aquellos hornos crematorios que ya no queremos recordar. Pero que no
olvidamos, claro.
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