No sé qué harán
los científicos cuando descifren todos los enigmas del esquivo bosón de Higgs, la llamada Partícula de Dios. No
sé si ello cambiará el sentido de sus vidas -y las nuestras- o si sólo
constituirá el inicio de otra búsqueda, la de algo aún más esencial y anterior.
No entiendo mucho de átomos o neutrinos. Tampoco de verdades últimas o
primeras. Pero sí sé que sólo descubrimos lo que, de hecho, no buscamos. Que no
hay hallazgo que no sea fruto de algún error afortunado. Y que la vida no es
más que una laberíntica aventura de rol donde nunca logramos ser quienes somos.
Palma, por
ejemplo, es una Zona de Gran Afluencia Turística (ZGAT). Eso está bien, aunque
exige, claro, que desaparezcan los domingos cerrados a cal y canto que, hasta
hace poco, constituían nuestro paisaje más habitual. Pero no es fácil contentar
a todos.
Las patronales y
sindicatos de los comerciantes han puesto el grito en el cielo ante la
liberalización de horarios que nos anuncian desde Madrid y uno les entiende, cómo
no. La gente se va a las Grandes Superficies y pasa de los pequeños comercios.
No es que me parezca bien o mal, es que es un hecho. Y contra los hechos, sólo
toca adaptarse, reinventarse, o cerrar el chiringuito. No hay más.
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