Desahucios y suicidios
La Telaraña en El Mundo.
Puede que el cuerpo sea nuestra primera y única casa y que
todas las demás sean sólo algo accesorio pero, a la vez, necesario; unas
segundas o terceras viviendas donde decidimos tomar asiento y crecer y hasta
multiplicarnos cuando nos sentimos, al fin, inmersos en esa inercia que da en
seguir adelante cueste lo que cueste. Pasa, no obstante, que a veces ese camino
se nos tuerce y seguirlo nos exige lo que ya no tenemos y nos crujen las
costuras y hasta el cuerpo se nos desmorona a marchas forzadas.
No es otra cosa, el suicidio, que un desahucio del cuerpo y
habrá que ver qué opina, luego, el juez supremo -si lo hay- del atormentado
aspecto de nuestra alma. O sus jirones. Pero no es hora de dejarnos llevar por
la nostalgia teológica. Ni por la melancolía inmobiliaria. Tampoco por el
instinto de propiedad, su razón o locura. Lo que urge es una ley que adecúe
realidad y deseos, derechos y responsabilidades. Algo que mitigue la sombra
letal de los rascacielos de la usura -esas feroces colmenas- contra las plantas
bajas en ruinas de la ciudadanía.
Etiquetas: Artículos
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