Basta hojear la prensa para colegir que la sombra tóxica de
la trama Gürtel ha desembarcado en
Mallorca como uno de aquellos enormes portaviones norteamericanos que, en otro
tiempo, convertían el centro de la ciudad en un corrillo de bares de putas y
humo de contrabando: el éxtasis lingüístico -y metalingüístico- en las barras
de alterne, en el rápido trasiego de sudor por dinero, en el zoco donde los
dólares de la soledad buscaban alivio urgente y lo hallaban. O eso creo. Mucho
ruido, sí, pero también muchas nueces. Demasiadas.
De aquellos días sólo recuerdo algunas imágenes sueltas. El
fajo de billetes expuestos, por anticipado, sobre la mesa y el vaso siempre
lleno, hasta que se acabara el crédito o explotara el mundo. Las broncas
infinitas. Los cristales rotos en las calles estrechas y el reguero del agua
bajando enrojecida de sangre fresca. Todo un cuadro costumbrista que define una
época. O que la apostilla.
El aquí y ahora, sin embargo, es otro. Muy otro. No hay
broncas, sino siseos o susurros. No hay pasión ni rock n' roll, sino guantes blancos y largos pleitos; pero el
dinero viaja en alforjas clandestinas donde, al parecer, cabe de todo. Me da
que añoro el regreso de aquellos ruidosos marines. Eran más humanos.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Eran mejores tiempos. La gente robaba igual, pero con más delicadeza. El guante entonces era blanco, y nadie se enteraba. Eran mejores tiempos, sin duda.
No sé yo. Saludos:-)
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