Me temo que no es fácil ser ecuánime cuando cada seis horas
he de tomar un antibiótico y un calmante, cada ocho horas otro antibiótico y,
entre medias, un par de pastillas más que ya ni sé para qué son. Tampoco ayuda
no poder aguantar sentado mucho más de lo que tarde en escribir estas líneas,
ni reconocer que no será hasta dentro de unos días que podré afirmar, si es que
es así, que se vive mucho mejor con el esplendor de las hemorroides en un
aséptico frasquito que en su viejo y recurrente lugar de costumbre.
Me palpo, pues, con la misma incredulidad que me pienso.
Pero me alivia saber que esta realidad alterada, en la que vivo, tampoco casa
muy bien con la actualidad que me rodea. Así, por ejemplo, si Joaquín Sabina les coloca su letra del
himno de España a Ciutadans, a mí me
da por pensar justo lo contrario, que lo mejor de la Marcha Real es su ausencia
de rimas, estribillos y ripios.
Luego están, claro, los temblores que se comparten aunque no
se tenga, en absoluto, la intención de hacerlo. El paro ha crecido este mes en
Baleares un 12,2%. Cada vez somos más, me digo, sin atreverme a asegurar que
uno se pueda afiliar a una carencia y hasta militar en ella. Me da que no. Pero
igual en un rato habré cambiado de opinión.
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