Hay cosas que no se entienden ni que uno se aplique, a modo
de tortura ilustrada, el demoledor potencial dieléctrico de todas las luces
cósmicas del conocimiento, la suma de efluvios místicos -ese revuelo entre el
amor y la sumisión- de los clásicos y hasta el manual entero de toda la
dialéctica aplicada, desde Platón y Aristóteles, pasando por Adorno y Hegel, hasta llegar a Sartre,
pero sin dar ni un solo paso más; salvo que sea hacia atrás y lo firme un
filósofo tan neutro como Wittgenstein.
De momento, les confesaré que llevo lustros enfrascado en Georges Bataille y que no tengo
intención alguna de abandonar su impecable, festivo y erótico sentido de la
tragedia, aunque ignoremos -¡todavía!- de qué tragedia hablamos, porque aquí
todos hablan y el mundo, claro, no hace sino retorcerse como si fuera un
pañuelo. A saber qué ocultará entre sus pliegues.
Pero a lo que iba. Urge que Bauzá le pida a Rajoy
una promesa formal, por escrito y por triplicado, de que no nos va a enviar
jamás las tropas. Que no habrá desembarcos en nuestras playas ni incursiones
por entre las ruinas del Palacio de Congresos. Sólo así estaremos a la misma
altura que ERC o de ese grupo de eurodiputados que no se sabe lo que fuman. Si
es que fuman.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Ya te lo digo yo, ni fuman, ni beben, ni fo..., debe de ser por eso.
Fumar es un placer... ya se sabe :-)
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