LA TELARAÑA: La quimera del oro negro

sábado, diciembre 1

La quimera del oro negro

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Gobierno debe parar las prospecciones petrolíferas en Ibiza?
 
 
 No. Aunque sólo a alguien tan optimista y descerebrado, como Rodríguez Zapatero, se le puede ocurrir dar el espaldarazo oficial a una explotación petrolífera en toda la regla de esas pocas millas náuticas de agua casi encharcada que hay entre las costas de Castellón y los arrecifes de Ibiza, lo cierto es que, ahora, y pese a sus promesas electorales, al Gobierno de España no le queda otra que aceptar la envenenada herencia y asumir que los irlandeses de Cairn Energy van reeditar la ancestral historia de la quimera del oro, convertido ahora en oro negro, y a sembrar de torres metálicas y de pozos de agua infecta, de explosiones ensordecedoras y, también, de lecho marino devastado y peces muertos, la mar rizada o en calma que nos rodea.
 O eso, o pagar -pagar el Gobierno, que es como decir pagar todos y cada uno de nosotros- las millonarias indemnizaciones por un presunto oro negro que, de hecho, nadie va a encontrar porque, sencillamente, no existe. Pero otra pregunta sería posible. ¿Y si existiera?
 Si existiera sería peor, porque convertir esta vieja y venerable parte del mundo en el holograma -a la escala que fuera- de otra vieja y venerable región, absurdamente devenida un oasis en pleno desierto, como es Abu Dhabi -ese guiñol enorme que la Fórmula 1, otra farsa y otro latrocinio, tiene a bien mostrarnos año tras año- nos convertiría a todos en los mineros submarinos que nunca fuimos; y aunque podríamos, claro está, construirnos todo un infierno de islas nuevas y hasta, también, una pléyade de paraísos artificiales de hoteles, discotecas y balnearios, no parece que ese destino urbanístico, o esa topografía sin más alma que la usura, tenga nada que ver con el ADN cultural y social escrito en nuestras entrañas. O en las aguas del Mediterráneo como en la arena del desierto. Todo se borra, aquí como allá, tras un golpe de viento, de bruma, de azar. De luz cuando sobreviene.



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