No quiero destriparles la película que estoy viendo mientras
escribo, furtivamente, estas líneas. Pero sí les diré que Denzel Washington, muy convincente en su papel de piloto, acaba de
estrellar un avión de pasajeros campo a través. Aún es pronto para juzgarle
como héroe o villano, quizá porque eso no importa cuando alguien se sabe en
manos ajenas y, además, le sobrevuelan todos sus propios fantasmas sin saber,
todavía, con cuál de ellos deberá convivir el resto de sus días. Quizá con
todos. O con ninguno.
A nosotros, por lo visto, parece que nos va a tocar pagar
más por el mal trago de acomodarnos como sardinas en una lata y abandonar la
isla hacia ni se sabe dónde. Los destinos directos son cada vez menos numerosos
y el horror de los asfixiantes embarques sucesivos no hace sino aumentar
nuestro miedo a volar. O nuestra íntima convicción de aislamiento.
No extraña, pues, que todos los partidos políticos isleños,
por una vez y sin que sirva de precedente, se hayan manifestado, al unísono, en
contra de la rebaja del 50% actual del descuento por residente. Espero que lo
logren sin que, a cambio, nos obliguen a volar cabeza abajo, como en «Flight», la película que sigo mirando, de reojo, con sumo interés. Como a
ustedes.
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