Lo de la leche y el agua, por no hablar de otros zumos igual
de ilustres, me lleva a mal traer porque bebo mucha más agua que leche y con el
agua que ya lleva la leche -además del agua con que aguo mi café con leche, que
esa es otra- ya voy más que servido. De leche y agua. O de envases reciclados
que sólo sirven para llenarnos la nevera de cartones opacos, que a saber,
luego, qué contienen. Leche o agua, supongo. Pero no sólo eso.
De hecho, encubren nuevos impuestos que, a base de céntimos
privados, obrarán el milagro de convertirse en millones de euros públicos, como
si de un refrito de la multiplicación de los panes y los peces se tratara. Sólo
que aquí el multitudinario banquete hay que pagarlo a escote y a tocateja. ¿Qué
quieren que les diga? Me parece la leche.
Y me lo seguirá pareciendo mientras siga existiendo una sola
empresa pública brincando, por ahí, en el indeciso espacio que media -casi un
abismo- entre la realidad metafísica de los presupuestos de la comunidad y el
saldo físico, a fin de mes, de las cuentas de hogares y familias. No se trata,
pues, de hacer demagogia, sino de eliminar tanto ente interpuesto, Consell de
Mallorca incluido, que sólo sirve para aguar la leche con el cloro del agua. O
viceversa.
Etiquetas: Artículos
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