No parece que la comparecencia de María Antonia Munar (y los restos de su séquito de náufragos de UM)
vaya a producir en los aledaños de Vía Alemania ni una ínfima parte de la
expectación y el revuelo mediático que sí se produjo cuando la presencia de Urdangarin o su socio Torres en los Juzgados. Por no hablar
del inenarrable clamor que generaría la aparición estelar -que ya no se espera-
de la Infanta Cristina, por supuesto.
Sin embargo, me da que hemos acabado perdiendo, no tan sólo económicamente,
que también, sino en aspectos éticos y morales, mucho más con la corrupción de
UM (consentida y avalada por toda la clase política que pactó con ellos) que
con la impostura (igualmente inconcebible sin el amparo político general) de la
trama Nóos.
Podría pensarse, pues, que la gente se moviliza (o no) según
le va o le viene en el bautizo como en el entierro, pero no. No estoy muy seguro
de que sea así. Más bien parece que, conspiraciones y paranoias aparte, las
redes sociales estén tomadas por unos pocos y que, según soplen (en la sombra) los
intereses de algunas organizaciones, que no citaré ni falta que hace, las
manifestaciones van en una dirección o en otra. Algo así se deduce de lo visto
en las calles de Palma, en efecto; pero mucho más, aún, de lo que se cuece en
Río o Estambul, por poner sólo dos ejemplos, convertidas ahora en campos de
batalla, donde la ira más o menos artificial o justa de la ciudadanía acaba siendo
multiplicada por la torpeza cómplice de los gobiernos y el escrache brutal de la
policía.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home