LA TELARAÑA: Anuncios por palabras

martes, septiembre 10

Anuncios por palabras


La Telaraña en El Mundo.
 
 Uno coge la prensa local y, si procede o hay hambre atrasada a papel y tinta, se lee hasta los anuncios por palabras. O, peor aún, se lee tan sólo esos anuncios si lo son de citas pícaras y casi que animadas -ah, la viejísima filosofía del burdel- y si el panfleto, como suele acontecer, no da para mucho más. O no da para nada. Al editor Serra le llueve, desde siempre, la fortuna diaria de la publicidad institucional y la otra, la privada o, mejor, la privadísima -la que ahora no le gusta al PSIB: por machismo o violencia de género, por ambas cosas o ninguna- y como no le resulta fácil distinguirlas y la bolsa suena igual con un dinero que con otro, así va llenando sus páginas de promisorios mensajes que podrían, por su extensión y gramática colapsada, ser de Twitter, pero no lo son. O eso creo.
 No es mala cosa, no, que unas pocas palabras te alivien y reconforten. Te prometan dejarte como nuevo. O te permitan asistir, porque hay que ver cuánto nos gustan los simulacros, al espectáculo de la decepción como si fuese algo excepcional y no cotidiano.
 Pero está fresca la decepción y el elocuente desconcierto posterior. ¿Conclusiones domésticas para un varapalo olímpico? El COI. Madrid 2020. Las rubicundas diadas nacionalistas de estos días. Qué va. Hay un selecto grupo de gente ociosa que parece vivir entre las nubes de una gran tormenta. El pasado. El futuro. Qué grandes, qué intocables e irreales, ambos. Y, sin embargo, qué fácil resulta sublimarlos. ¿Y si nos ciñéramos, tan sólo, al frágil y escurridizo presente?

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