LA TELARAÑA: Vuelta a clase

martes, septiembre 3

Vuelta a clase


La Telaraña en El Mundo.
 
 Vuelvo a clase, como a mí mismo. Sabiendo que no hay cátedras de filosofía ni laboratorios científicos suficientes (y eso que no hay nada mejor al margen de esta doble apuesta simultánea por la razón y la quimera) a la hora de explicar el mundo y dejarnos conformes. O saciados. No la hay, porque aunque unos pocos axiomas nos calman, cómo no, la sed, otros muchos nos surgen enseguida arruinándonos la paz, tan efímera y coyuntural, tan imposible. Será que el auténtico tesoro ya sólo puede ser la incertidumbre. Y en especial, sus métodos. O los míos.
 Quiero decir que, enredados en los imprecisos límites del lenguaje, de este lenguaje escrito como en los de cualquier otro, presos, en fin, en sus devastadoras redes y casi que hasta dando saltos, como peces moribundos, contra la asfixia conceptual al igual que contra la sobreabundancia informativa, sólo nos queda otra que asumir, con cierto humor y más aún, con el correspondiente resabio a nada, nuestras magníficas e insuperables insuficiencias. No podemos abarcarlo todo, porque nuestras visiones son sólo parciales, cuando no sesgadas u oblicuas; escandalosamente subjetivas, cuanto más alejadas de nosotros mismos y nuestro ombligo se pretenden. Este fracaso es cierto, pero no tenemos de qué avergonzarnos.
 Hay que dejar, pues, que los cielos nos sigan proveyendo. El maná de la incertidumbre o la ignominia. El de la búsqueda o la vergüenza. El que nos obliga a enviar a nuestros hijos a clase sin saber si el día de mañana serán funcionarios del mundo o de las cloacas.

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