La única independencia que me importa es la mía, pensé,
cuando me invitaron a una cacerolada masiva contra el mensaje del Rey. Me
ofrecieron, también, la posibilidad de apoyar un revolucionario apagón
televisivo y hasta de sumarme al envolvente y abrasivo rebaño de comentaristas
que pugnan por dejar las redes sociales perdidas de insultos y sarcasmos, de
basura intelectual y espumarajos febriles, de carcajadas gélidas como navajas rotas,
de eructos y exabruptos, de cualquier cosa, la que sea, salvo alguna idea
propia o algún razonamiento más o menos sostenible. O que se sostenga, vamos.
Pero así es como funcionan los oráculos de todos en la confusa voz de nadie.
Pero las horas pasan y vencen los días y sus urgencias. Repaso,
instalado en la calma tras la tormenta, el breve mensaje alternativo de Navidad,
sólo un minuto y cuarenta y tres segundos de palique, que diera Edward Snowden en el británico Channel 4
y me hago cruces del nivel que gasta el espía americano. Dos guiños destemplados
al distópico 1984 de Orwell y una
media sonrisa, pálida y desangelada. ¿No hay otra forma de encararse o razonar
contra la pesadilla de la privacidad perdida?
Me queda en la retina la imagen envejecida del Rey
hablándonos, tal vez, de sí mismo y su idea de España. No mucho más ni tampoco
menos, porque España es tan sólo una idea; y yo iba y venía de la cocina al
salón con las viandas de una cena en familia. La única independencia que me
importa es la mía, pienso ahora. Y no necesito formularla ni dar discursos en
mi propia casa.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Sí, ya nos lo decía IKEA, pero aquí seguimos sin república, y si bien no he tenido nunca ideas específicas o que entrasen dentro de algún diccionario político, sí tengo claro lo que no quiero de España, y no es tampoco lo que nos intenta transmitir el rey.
http://www.damobe.com
Pues sí, y si me apuras uno/a debería poder independizarse de sí mismo de cuando en cuando.
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