LA TELARAÑA: Fuego cruzado

martes, abril 22

Fuego cruzado


La Telaraña en El Mundo.
 
 Me asomo perplejo, pese a todo, a la lentísima rutina de los días festivos y a las calles casi desiertas de Palma como si buscando, metafóricamente, algo de vida y de movimiento: el baile anónimo, quizá, de alguna figura humana con la que acompasar, en silencio y desde lejos, mi ánimo de palabras sueltas y frases inconexas, mi indiferencia o mi pereza social, mi cansancio infinito de artículos gramaticales más o menos salobres y de días oscuros de no sé qué patria, cuál, una o doble, pequeña o grande, libre o tan sólo redimida y, seguramente, traicionada, como mi alergia a la lluvia viscosa y amarilla del polen y a los rayos de un sol que empieza a hacerse fuerte. Omnipresente. Casi invencible.
 Es hora, pues, de intentar hacer recuento de las bajas. De rescatar, siquiera sea por unos pocos minutos de eternidad y memoria, los viejos libros de Gabriel García Márquez, que ya no volveré a leer nunca, por supuesto y sin nostalgia alguna, con la misma inocencia aquella que perdí, para siempre, una tarde remota ante el asombroso pelotón de fusilamiento de sus páginas.
 Pasa, y ya es hora de decirlo y, sobre todo, de decírselo a uno mismo, que jamás se abandona ese peligroso lugar de privilegio ante el paredón de la vida o la muerte; y los días se convierten en viajes a ninguna parte, salvo al punto exacto donde seremos alcanzados por el inevitable fuego cruzado de la verdad y de la mentira; por el rayo revelador de alguna última luz perturbadora. A mí me divierte pensar que las cosas son así, aunque, quizá, no lo sean.

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