Para degustar el remolino tóxico de la existencia, catar su
médula agridulce y palpar su resbaladiza realidad de limo (y sarpullido) hace
falta recorrer los alrededores temáticos de la injusticia, el espectral y
tétrico lenguaje o alarido de la sumisión y las mazmorras, el caudal asfixiante
de la voluntad domada y hasta, quizá, tullida, las emociones azoradas, el reloj
detenido de la esclavitud y otras cien mil perversiones. O más.
Podríamos, desde luego, realizar este singular viaje
recordando, sin ningún ánimo enciclopédico, algunas de las lecturas que nos
iniciaron, inadvertidamente, en el tema. Podemos ir, por ejemplo, de Zola a Dostoievski, de Sade a Henry Miller, de Catulo a Georges Bataille,
de Job hasta el mismísimo Apocalipsis.
Estas lecturas, junto a muchas otras, forman parte de
nuestra educación sentimental. Son, pues, importantes y hasta puede que
decisivas. Nos ayudan, al menos, a leer y profundizar en los entresijos de la
crónica prejudicial de Fernando Ferré
y su Grupo Playa Sol sin que se nos atraganten, más allá de lo inevitable, las
atrocidades de ese abigarrado paisaje donde el capitalismo consistía, aún, en
ser el nuevo pretexto para la extorsión más antigua. La sombra vertical de un
imperio sobre el sudor de una mano de obra que trabajaba de sol a sol bajo el
sol infinito de Ibiza y que firmaba, presuntamente, sus contratos laborales en
checo. Es lo que tienen los imperios. Que siempre caen en la tentación de
eternizarse en algún idioma que no entiende casi nadie; salvo Franz Kafka, claro.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
Pues sí deberían vender el kit de máscara antigás para leer a Sade y a Henry Miller, nada como codearte un rato con ellos para apreciar el aire puro.
Apss, pues yo pasé grandes momentos con estos dos :-P
No lo dudo, observo que has dicho grandes, que no buenos. Job tambien pasó grandes momentos.
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