El guateque de Bartleby
La Telaraña en El Mundo.
Al final resulta que uno se pasa la vida releyendo los
mismos libros. O casi. Algo así como una docena de autores que van y vienen del
atril de la lectura al polvo de las estanterías, del libro de notas al librillo
de las meditaciones, del margen repleto de apuntes a la retorcida caligrafía de
los sueños, del tacto encendido y del cortejo lujurioso de la piel y el papel a
ese lugar de privilegio donde están sólo los que son o los que acaban siendo.
La criba es diaria, porque el tiempo es reducido y los intereses muy concretos,
aunque transversales; hace falta mucho temple literario para perdurar más allá
de la moda y los estados de ánimo. A eso me refiero: una vida da para muchos
libros, pero se culmina en, tan sólo, unos pocos.
Etiquetas: Artículos, Literatura
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