LA TELARAÑA: Regreso al futuro

martes, mayo 6

Regreso al futuro


La Telaraña en El Mundo.
 
 Me gustaría perderme más a menudo. Mucho más, aún, de lo que me pierdo, quiero decir. Perderme en el remolino quieto y casi trasparente del silencioso anacronismo, por ejemplo, en vez de precipitarme en las aguas rápidas del vértigo y en las prisas voraces de los que todavía creen que la humanidad progresa mientras dice avanzar y avanza y cruza los mares y también los desiertos y observa, porque no puede evitarlo, cómo la tempestad de la existencia, la espuma de las olas y las arenas movedizas sepultan sus huellas y enloquecen la brújula del destino. Demasiados círculos, en fin, parece que dibujamos para acabar regresando, siempre, al lugar de origen, al principio indeterminado de lo que aún está por llegar y no, no llega.
 Mientras tanto, la vida pasa. En paz auténtica, pero también relativa, nos decimos, y es cierto, lo sentimos en la piel y el alma y deseamos que siga siendo así durante mucho tiempo; quizá hasta que se curve el universo en nosotros. O hasta que asumamos ser quienes somos y no quienes nos gustaría ser. No parece tan difícil.
 Venía todo esto a vueltas (y, sobre todo, a revueltas) de España. De algunos temores que ya no sé si comparto. De tantas cosas que no funcionan. O de una educación estúpidamente entregada a los nacionalistas. Quizá España no exista, les dije ayer a unos amigos de León, mientras comíamos junto a un mar de redes y veleros y el horizonte era un seductor trazo azul vestido de llamaradas rojas. Una hermosa metáfora, un perfecto traje de luces para un futuro que no sé si existe. Tampoco.

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