LA TELARAÑA: Desde las trincheras

viernes, agosto 22

Desde las trincheras


La Telaraña en El Mundo.
 
 Escribir con la casa tomada por un ejército de pintores de brocha gorda (los muebles y el polvillo blanco arremolinándose por entre los salones y pasillos, el viejo laberinto del hogar transformado en una trinchera) se convierte en una actividad paradójica, intempestiva, casi contra natura.
 No se trata, aunque yo juegue a trazar líneas paralelas donde lo que abundan son aristas y tangentes, de sobrevivir al rito fúnebre de un paredón asesino ni de repetir, obligados, las monótonas consignas de los verdugos habituales, sino de evitar que el discurso de los días se nos acabe atragantando. En efecto, las palabras pierden valor (quizá por el furor uterino de las redes sociales) y la grosera dictadura de las imágenes no hace sino ofrecernos un caos televisivo de sangre y venganza que habrá que lidiar hasta que nos llegue la hora de pagar la factura. Bienvenida la factura. Me refiero a los pintores, claro.
 Pero es que la libertad también tiene su precio. Y hay que pagarlo aunque creamos, pese a todo, en la bondad intrínseca del hombre, en su inocencia esencial, en su condición de heredero de un maldito pecado original que, al parecer, no acabaremos de pagar nunca. Es lo terrible de la usura cuando, además de ahondar en los balances contables, se aferra a los discursos territoriales o étnicos, la fe integrista, el velo de la vergüenza sobre la razón. O el ceñudo monolingüismo subvencionado de la OCB y sus esbirros; es decir, de nuestros catalanes de andar por casa ocupando IB3 y los 116.160 euros de ofrenda. La factura.



 

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