LA TELARAÑA: Los tiempos verbales

martes, agosto 12

Los tiempos verbales


La Telaraña en El Mundo.
 
 Repaso las noticias mientras desayuno. Pronto llegará a las librerías (y a los ebooks) el tan demorado como esperado, creo, «Palais de Justice» de José Ángel Valente. Ya casi nadie lee a Valente; será que no andamos muy sobrados de tiempo y que nos agarramos a la vieja trampa de los días como a un bucle de ficción y vértigo donde ya no hay lugar, o no se lo hallamos, para ese lento y prodigioso viaje hacia el origen de lo que somos y la vida.
 Releo lo que he escrito y me dejo llevar por algunos interrogantes. Es cierto que hay libros que se escriben con vocación explícita de futuro, pero también lo es que su guión acaba, las más de las veces, intentando buscar alguna salida, la que sea que se alcance, por entre el espesor de los sueños y la presión asfixiante de la memoria. ¿Dónde podríamos, en fin, encontrar el futuro, sino entre las líneas de las palmas de las manos, en su intermitente tatuaje de arrugas y llagas, su contraluz a hurto y sarpullido, su higiénica, vana costumbre de mostrarse metafóricamente vacías y casi limpias, en apariencia inquietas?
 Salgo a las calles y compruebo la enorme mejoría, en términos turísticos, de Palma. Más tarde, el denso tráfico me mantendrá varado a muy pocos metros de las ruinas del Palacio de Congresos y las de GESA. Sólo empiezo a respirar cuando las dejo atrás y a mi derecha se muestran, bellísimas y altivas, las siluetas desafiantes de la Catedral y la Almudaina. Es decir, qué cercanos y revueltos que andan el futuro, el pasado y ese enigma que damos en llamar el presente.

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