Repaso las noticias mientras desayuno. Pronto llegará a las
librerías (y a los ebooks) el tan demorado como esperado, creo, «Palais de
Justice» de José Ángel Valente. Ya
casi nadie lee a Valente; será que no andamos muy sobrados de tiempo y que nos
agarramos a la vieja trampa de los días como a un bucle de ficción y vértigo
donde ya no hay lugar, o no se lo hallamos, para ese lento y prodigioso viaje
hacia el origen de lo que somos y la vida.
Releo lo que he escrito y me dejo llevar por algunos
interrogantes. Es cierto que hay libros que se escriben con vocación explícita de
futuro, pero también lo es que su guión acaba, las más de las veces, intentando
buscar alguna salida, la que sea que se alcance, por entre el espesor de los
sueños y la presión asfixiante de la memoria. ¿Dónde podríamos, en fin, encontrar
el futuro, sino entre las líneas de las palmas de las manos, en su intermitente
tatuaje de arrugas y llagas, su contraluz a hurto y sarpullido, su higiénica,
vana costumbre de mostrarse metafóricamente vacías y casi limpias, en
apariencia inquietas?
Salgo a las calles y compruebo la enorme mejoría, en términos
turísticos, de Palma. Más tarde, el denso tráfico me mantendrá varado a muy pocos
metros de las ruinas del Palacio de Congresos y las de GESA. Sólo empiezo a
respirar cuando las dejo atrás y a mi derecha se muestran, bellísimas y
altivas, las siluetas desafiantes de la Catedral y la Almudaina. Es decir, qué
cercanos y revueltos que andan el futuro, el pasado y ese enigma que damos en
llamar el presente.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home