Berlín y Barcelona
La Telaraña en El Mundo.
Donde hace veinticinco años cayó un muro de crispación y
asfixia, el pasado domingo, 9 de noviembre, había un temblor de euforia: Berlín
ya no es la fiesta que fue, desde luego, pero ocho mil globos de luz parpadeaban
a la espera de emprender el vuelo definitivo y perderse arriba de los cielos y
el horizonte de la noche. A la misma hora, pero en otro lugar bastante más próximo
y familiar, el nacionalismo catalán ejemplificaba todo lo contrario: en
Barcelona la única fiesta consistía en observar cómo un nuevo muro, con sus
alambradas retorcidas, sus coronas de espinas y sus urnas como famélicas alcancías,
se había alzado durante un largo simulacro de día, otoñal y tullido, de
votaciones fraudulentas e ilusiones manipuladas.
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