LA TELARAÑA: #SalvemBarAlaska

viernes, noviembre 21

#SalvemBarAlaska


La Telaraña en El Mundo.
 
 De repente, crece la efervescencia en las redes sociales y sucede, entonces, que Palma encoge y que un único lugar se convierte en su ombligo, su tótem, su icono a defender cueste lo que cueste. Paseo ahora por la Plaça des Mercat y me encuentro, como hace unos treinta años en el no muy alejado Paseo del Borne, con un florido kiosco de prensa y con un escuálido y maltrecho chiringuito de birras, hamburguesas y perros calientes.
 Se trata, por supuesto, del Bar Alaska de toda la vida, con sus cuatro o cinco mesas de jardín del Edén venido a menos y sus incómodas sillas metálicas, su oasis a la sombra, bajo concesión consistorial, de un enorme ficus, la mirada pétrea (ahora desaparecida) de Antonio Maura y el ir y venir medio sonámbulo de una ciudadanía que no deja de dar vueltas alrededor de sus particulares puntos de referencia. Quizá la vida sea ir dibujando el mapa interior de un dédalo de callejuelas sin más artificio que un tesoro escondido donde ya nos gustaría encontrarlo. Pero no hay manera.
 Mientras tanto, unos y otros vocean animadamente según sus preferencias. El Ayuntamiento, por medio de Irene San Gil, ya publicó en Twitter (qué mejor lugar para que la gente se lea los edictos) que Cort no tiene ninguna intención de demoler el Alaska. Habrá que esperar, ahora, a los tuits y retuits de «Orgull Llonguet» y su campaña  #SalvemBarAlaska. Me da que Palma se mece, como tantos de nosotros, entre el clamoroso silencio de la indiferencia y el infernal ruido de la nostalgia. Y no sé qué es mejor ni más armonioso.

 

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