LA TELARAÑA: El artificio de la luz

martes, diciembre 9

El artificio de la luz


La Telaraña en El Mundo.
 
 Leo que la luz y el tiempo están difuminando los colores de los lienzos de Van Gogh. Que su pintura, en definitiva, se está evaporando con la misma persistencia con que la química de la vida nos va desluciendo la sonrisa y hasta los recuerdos. No es fácil, en efecto, mantener el norte (y más aún, la compostura) cuando las brújulas han enloquecido y nos empieza a resultar imposible reconocer las coordenadas en que vivimos, cuando el discurso social es ya de grosero garrafón y sectario tentetieso, cuando las ilusiones se nos van precipitando por el desagüe abierto de la inercia repetida de los días. Contra esa inercia luchamos y no vamos a dejar de hacerlo, por supuesto, pero ignoro si el esfuerzo será suficiente.
 De momento, parece que no lo es, pero quién sabe. No pienso resignarme y aceptar, no al menos todavía, que el mundo se ha convertido en un páramo de girasoles quietos y enmudecidos. Un desfile marcial de cadáveres. El negativo agrietado de una habitación vacía y sin vistas. Un alarido de colores en estampida.
 Mientras tanto, seguiré admirando el extraño parpadeo de la luz en las vertiginosas pinceladas de Van Gogh, aunque el éxito tardío (y la contaminación de la mirada ajena) las conviertan en otra cosa. Voy a seguir admirando ese demoledor y sonámbulo avivamiento de los colores, porque debiera servirnos para no olvidar que el fulgor del mundo en nuestras retinas es también el auténtico fulgor del mundo en sí mismo. En su soledad esencial. Su voluntad de ser. Su ingravidez o desprendimiento. Su artificio.

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