LA TELARAÑA: Larvas

martes, abril 21

Larvas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Diríase, por desgracia, que la humanidad es una mala mezcla de gente con horribles monos naranjas y verdugos con aire marcial, dagas, puñales y capuchas negras. Los monos naranjas, en ocasiones, se transforman en harapos hechos trizas, en piel requemada al sol, en puro naufragio de sal y muerte anunciada frente a las costas, siempre lejanas y quizá ficticias, de la libertad o de sus sucedáneos. A su alrededor, los tiburones presienten la carnaza fresca y se arremolinan; hacen rechinar sus dientes, sus puños de metal o sus guantes blancos, blanquísimos, como parásitos en plena orgía de los sentidos, como buitres de una fe caníbal que sólo da en devorar la fe ajena y así hacerse fuerte.
 Observo el universo y casi que quisiera saltar del tren en llamas hacia ninguna parte; pero fuera del tren no parece haber ningún lugar exacto donde cobijarse, ningún claro de luz entre la humareda y las brasas donde reunirse, al fin, consigo mismos, ningún remanso donde dormir un breve sueño que no sea, necesariamente, el último. Mal lugar, también, ese lugar que no existe o que sólo nos vale como epitafio.
 Habría, pues, que huir por igual de las lápidas y de las sogas. De los puños de metal como de los guantes blancos, blanquísimos. Evitar el mercadillo infecto de los dioses menores y su dolorosa usura; su decrepitud de larvas que sólo pueden convertirse en monstruos, en lluvia torrencial y tóxica sobre las urbes donde, una vez, el hombre acertó a pensar y ya sólo balbucea cualquiera de sus múltiples y variadas ideologías de muerte.

 
 

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