LA TELARAÑA: Mercaderes y artistas

martes, abril 7

Mercaderes y artistas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Suelo entrar en la Lonja igual que en un museo o un templo. Con cierto asombro y expectación. Como frotándome los ojos para que las imágenes se multipliquen y la mirada se me pierda por entre las ojivas góticas del cielo, las nubes de piedra y el aire a cónclave de mercaderes, a subasta de sudor y huesos. Ahí la humanidad intercambió sus dones y provocó, quizá, la ira de los más justos. Pero hace tiempo que ya no me recuerdo esa indignación en la sien, ese avivamiento interior, esa ebullición en el arco curvo y tenso, sostenido, de las palabras. Es una lástima, lo sé.
 Pero entro en la Lonja y me encuentro con una exposición (o instalación o lo que sea) de Rebecca Horn. Midiendo el cielo desde el fondo de un pozo. O “Glowing Core”. O unos espejos superpuestos. Varias calaveras deshabitadas. La vaga presencia teórica de Ramon Llull o de quien se quiera, en fin, sacar del sepulcro para dejar que se pudra al devenir de la tertulia, la representación o el artificio. Los muertos exquisitos siempre le dieron mucho juego al arte. O así.
 Pero vuelvo a entrar en la Lonja y me asomo a los pozos sin fondo no sé si del cielo, la tierra o de mí mismo y mido las distancias como quien se contempla sin verse y sabe que en los espejos no hay más ni menos que la propia vanidad; y sonrío o me aflijo con que el IEB se gaste, me dicen, veinte mil euros en esto y el cero metafísico del arte nos ocupe la Lonja durante seis meses como si la sangre se nos detuviera en las venas y a ver qué dice, entonces, nuestro maltrecho corazón. ¿Qué dice?
 

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