La Telaraña en
El Mundo.
Leo sobre toda suerte de dietas (del cuerpo, pero también
del espíritu) mientras apuro el catálogo completo de mi pastillero médico y me
subo a la báscula de cada día con la única obsesión de aligerar peso o esclarecer
conceptos. Quizá no podamos aspirar a nada más que despojarnos de la asfixia
harapienta de los tópicos, esos lugares comunes, mediocres, tóxicos, y bañarnos
en las aguas revueltas de la realidad.
Porque la realidad, en efecto, baja revuelta y en sus aguas
hay un hilillo rojo de sangre, una profusa sucesión de persecuciones,
secuestros y ejecuciones. A un fanatismo le sucede otro igual, pero de signo
opuesto. Aparentemente opuesto. No es de extrañar, pues, que ahora sea fácil
encontrar nostálgicas defensas, por ejemplo, de Sadam Hussein, Muamar el
Gadafi o Reza Pahlevi, el sha de
Persia, como si sus derrocamientos (tan artificiales y manipulados como sus
llegadas al poder) nos hubieran traído la barbarie de Estado Islámico y grupos
afines. No es así. O no del todo. Aquellos polvos, estos lodos. O viceversa.
Parece, pues, que el mundo precisa de un equilibrio general
que no tiene, porque nos toca bailar sobre un alambre muy fino y no hay otra forma
de avanzar que hacerlo tambaleándose y retorciéndose (sobre nosotros mismos)
intentando conservar la conciencia y hasta la compostura. Quizá la dignidad o
esa última quimera, que da en pensarnos libres mientras rendimos culto a tanto
paraíso perdido, a tanto sueño encapsulado en la tormentosa espiral genética
que nos obliga a mantenernos erguidos. O casi.
Etiquetas: Artículos
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