Repaso la página web del Ayuntamiento de Palma como quien intenta
perderse por las callejuelas del casco antiguo sin conseguirlo. Tarde o
temprano, aparecen las murallas y las torres o atalayas de los vigías, el mar o
el mar enlatado con su geiser de broma, la Catedral o el grito silencioso de
sus gárgolas para acabar revelándonos alguna de las salidas, para confirmarnos,
en fin, las limitaciones físicas de un laberinto que ya no sé si existe por sí
mismo o sólo para seguir recogiendo mis pasos y ser fiel a bastantes de mis
recuerdos. Quizá los mejores.
Recaigo en el área de Cultura, como quien busca un oasis
sólo por confirmar el desierto de la inteligencia, y me encuentro con que ahora
es de Cultura, Patrimonio, Memoria histórica y Política lingüística. Tantos
nombres no presagian nada bueno, salvo la sumisión de la cultura a las
perversiones ideológicas habituales: los vínculos entre la lengua y el
territorio o entre la memoria y el viento gélido de la muerte silbando por
entre las celosías de la fosa común (que no sé si de todos) de la historia.
Pero a lo que iba. Como era de prever, porque ya estaba
anunciado, han vuelto a cargarse los Premios Ciutat de Palma de poesía o novela
en castellano. Podría fingir malestar o rabia, rencor o hasta cólera, pero no
lo haré, porque no lo siento. Una cultura en las manos (al cuello) de la
ideología es sólo una cultura sobrevalorada y teledirigida, un pasatiempo publicitario
al que no hay que prestar ni caso. Con su pan se coman su lengua única y sus
canonjías.
Etiquetas: Artículos
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