Que PSIB, Podemos, MÉS per Mallorca y MÉS per Menorca (es
decir, el Govern y todas sus circunstancias al completo) se pongan de acuerdo
en algo, aparte de en la magnífica ficción de gobernar este archipiélago, dejado
de la mano de Dios mucho menos que de la de los hombres, nos asombra. Casi que
nos emociona. Nos parece notable que el gobierno sepa distinguir entre lo
importante y lo accesorio, entre lo que se va acumulando en las esquinas lascivas
del día a día y lo que se acaba diluyendo, inexorablemente, por los oscuros
desagües de la existencia hacia no se sabe qué vacío, locura o abismo. ¿Dónde?
No importa, pues, si existen divergencias sobre algo tan
barroco como la regeneración política. Hay embrollos que no se desmadejan en
dos días. Tampoco importan demasiado las vacilaciones y hasta los desencuentros
en educación, urbanismo, trabajo, movilidad o política turística. Total, el
mundo no se hizo en tres días y, además, no hay dinero para casi nada y la
culpa, por supuesto, es del anterior ejecutivo. Faltaría más.
En lo que sí están de acuerdo, al parecer, es en la
importancia (no sé si política, educativa o espiritual; es decir, ni una cosa
ni la otra) de la televisión pública en las islas. Lo ha dicho David Abril, tan locuaz como siempre,
al criticar el nombramiento de Antoni
Bauzá como nuevo director del ente: «IB3 no es cortijo de nadie». Esta opinión
de Abril nos parece reveladora, porque no hace sino confirmarnos de quién
quiere el Govern que sea el cortijo. Suyo y de nadie más. Por supuesto.
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