LA TELARAÑA: Entre Llull y Castro

martes, noviembre 29

Entre Llull y Castro


La Telaraña en El Mundo.

 Observo, en las fotos, a Francina Armengol rodeada de obispos, cardenales, prelados y hasta monaguillos. Su chaquetón de nutria (o de lo que sea) refulge, mientras las cenizas medievales de Ramon Llull abandonan la Catedral y regresan a su nicho en la basílica de San Francisco. Se nos termina, pues, el año Llull (con más sombras que luces, por cierto) con el mismo paso marcial y fúnebre con que nos vamos despidiendo, poco a poco, de las penúltimas reliquias del sangriento siglo XX. En efecto. Un carnicero menos, Fidel Castro, se ha ido al otro barrio dejándonos el humo letal de sus espléndidos habanos y el sepulcral silencio que sus discursos de horas sembraban a su alrededor y adentro, muy adentro. Con todo, la música sigue sonando infatigablemente y dicen, los que saben, que nunca dejará de hacerlo. Es cierto, en algunos lugares hay que bailar a todas horas para poder sobrevivir.
 Pero las mayestáticas puertas de la Seo son un magnífico lugar para posar y para que los turistas y curiosos perseveremos. Junto a Francina Armengol están Miquel Ensenyat (con una corbata que, de tan discreta, no parece suya) y la flamante delegada del gobierno, María Salom. La verdad es que este trío de autoridades luce desangelado y discorde, quizá deslavazado, como si se sintieran meras comparsas, escoltas obligados y circunstanciales de la Reina Sofía, que ella sí que sabe de Llull (y seguro que también de Castro) lo que no está en los escritos. ¿Para qué sirven los gobiernos locales si ni siquiera alcanzan para presidir, realmente, estas pachangas?
 La pregunta tiene, por supuesto, muchas respuestas, pero ninguna nos entusiasma. Es posible concluir que el Govern y el Consell están para distraernos con su locuaz discurso de proximidad y empatía, para repartir abrazos hasta a las farolas y extender certificados lingüísticos, de paisanaje a la fuerza o de nacionalidad ensimismada. Están para monopolizar las quejas y eternizar el discurso social contra la prepotencia histórica del centro. Para repartir, en fin, el poco dinero que Madrid no nos roba mediante subvenciones que inmiscuyan lo público en lo privado y conviertan, en la medida de lo posible, lo anecdótico en lo esencial. Convertir. Pervertir. Intentarlo al menos. Subvencionar, por ejemplo, con unos 200.000 euros, según la convocatoria firmada por la consellera de Transparencia, Ruth Mateu, las fotocopias, el papel, la tinta de impresora, los bolígrafos y hasta los billetes de tren, autobús o metro necesarios para que la gente pueda aprender a hablar y a escribir catalán de balde. Noble y difícil tarea, es cierto. Yo llevo toda la vida esforzándome con el castellano y aún me temo que me faltan algunas lecciones. Es muy posible que no las aprenda nunca.

Etiquetas: