Las estadísticas del catalán
La Telaraña en El Mundo.
Habría mucho que hablar, supongo, sobre las estadísticas y
su trémula razón de ser. Sucede, en fin, que la realidad, mientras hace como si
jugara con nosotros, nos acaba desbordando. Escapa a nuestra comprensión, dejándonos
a dos velas en cuanto nos despistamos, nos confiamos o nos dejamos llevar por
la inercia, por cualquier tipo de inercia. Pasa muy a menudo que hacemos eso. Es
entonces que la bruma que nos rodea se espesa, como un manto de plomo, y no hay
forma humana de respirar ese aire que casi ya es sólido y letal y nada. No es
de extrañar, pues, que nos venga de perlas contar con algunas cifras escogidas,
con algunos tantos por ciento selectos (y también selectivos) para ir, de alguna
manera, acotando espacios y conocimientos, para ir situándonos como si, en
definitiva, estuviéramos descifrando lo que, de hecho, nunca llegaremos a
descifrar del todo. Ni maldita la falta que nos hace.
Resulta que el IX Informe sobre la situación de la lengua
catalana (2015) refleja que el uso de la lengua autóctona de Baleares ha
menguado, qué horror, entre los años 2004 y 2014. Es decir, que tras una década
de absoluta inmersión lingüística, de férrea dictadura oficial y oficiosa del
catalán por sobre todas las otras lenguas del orbe ha disminuido el porcentaje
de los habitantes de las islas que lo usan de forma voluntaria y natural: del 45%
a sólo el 36,8%. Es para sentirse muy frustrados. O quizá no.
Para empezar, el informe lo firman el Institut d'Estudis
Catalans (IEC), Omnium Cultural y la Plataforma per la Llengua. ¿Podemos
confiar en ellos? La verdad es que no lo sé, pero si yo quisiera, como llevan
lustros haciendo ellos, seguir viviendo del enorme potencial dilapidador del erario
nacionalista y disfrutar, sin límites ni cortapisas, del riego torrencial, impactante
y selectivo de las subvenciones económicas no encontraría mejor manera que
abonar, cuidadosa y febrilmente, el terreno de abrojos y espinas. De
dificultades y entuertos más o menos irresolubles. ¡Siempre hace falta más
dinero para que broten muchos más catalanes y catalanas de lengua única, gloriosa
y hasta imperial! O así.
Hace años, un viejo y «malsofrit» amigo escritor mallorquín
me confesó que sentía que la lengua catalana era su patria. Tengo testigos,
aunque no sé si testificarían. Recuerdo que le miré con toda mi simpatía, pero
también con el asombro desencantado del que sabe que no tiene patria alguna, del
que usa su renqueante lengua española para ir avanzando a tientas en esa inhóspita,
titánica labor que es ir desbrozando el mundo de tópicos y lugares comunes, de
patrias, por muy lingüísticas y litúrgicas que sean, al servicio de no se sabe nunca
qué enmascarados o poderosísimos señores.
Etiquetas: Artículos
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