El día de la marmota
La Telaraña en El Mundo.
Al levantarme, pensé que todo estaba en orden. Los obreros
que construyen la finca de enfrente ya habían comenzado, diligentes, su
monstruosa sinfonía de cada mañana, la cafetera italiana que mi mujer recién
había puesto sobre el fuego empezaba a ronronear y el aroma del café se
esparcía, con suavidad, por todos los rincones de la casa convirtiéndola en un
lugar cálido y habitable, el niño seguía durmiendo y yo, tras pasar rápidamente
por el baño, por el espejo y por un par largo de incontenibles bostezos, apuré
mis pastillas matinales con unos sorbos de zumo de naranja recién exprimido. Al
rato, mientras desayunaba pan de centeno y semillas con demasiado aceite de
oliva virgen por encima, como de costumbre, encendí el ordenador y caí en la
cuenta de que #díadelamarmota era una de las tendencias más celebradas en
Twitter. Acabáramos.
En efecto, el día de la marmota se celebró ayer, 2 de
febrero, pero es una tradición folclórica americana que se viene repitiendo
desde 1887 en un lugar de nombre impronunciable, Punxsutawney, en Pensilvania,
un lugar en el que la mayoría de nosotros no ha estado ni estará nunca, salvo a
través de las imágenes, constantemente repuestas por los canales televisivos,
de la película «Groundhog Day» dirigida en 1993 por Harold Ramis y protagonizada, de forma memorable, por Bill Murray. En España se tituló
«Atrapado en el tiempo». No es mal título para un «déjà vu» en toda la regla.
Quiero decir que uno se levanta y echa un vistazo, primero,
a la agenda y, después, al mundo; y la agenda no lleva casi nada nuevo y el
mundo no hace otra cosa que repetir y repetirse, que eternizarse en sus
conflictos, su falta de coherencia, su ingravidez, su mezcla de pasado y futuro
hipotecados por no se sabe muy bien qué oscuras fuerzas o qué terribles circunstancias.
Me aterra, sobre todo, la desoladora incompetencia de los colectivos que,
supuestamente, nos gobiernan.
Sólo así puede explicarse, aunque no del todo, que gente que
debiera constituir una alternativa política seria, como Més per Palma, se dedique,
en vez de a trabajar para solucionar los problemas de Palma, a dilapidar su
tiempo (y el nuestro, el que trabajamos para sufragar los impuestos
municipales) con brindis al sol tan ridículos y tendenciosos como declarar a Donald Trump persona no grata. Ya les
conté el martes pasado lo que pienso del presidente de EEUU. No necesito, pues,
darle más vueltas a una historia, la de cada día, que suele empezar como si
fuéramos un punto de luz surcando la oscuridad de los cielos y finalizar cuando
el sueño nos vence y una especie de espiral sicodélica nos obliga a ver el
mundo como bajo hipnosis. Lástima que, al despertar, no lo recordamos.
Etiquetas: Artículos
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