LA TELARAÑA: Día de Reyes

viernes, enero 6

Día de Reyes

La Telaraña en El Mundo.

 Creo que no vi ninguna bandera fuera de lugar y sitio en la Cabalgata de los Reyes Magos. No vivimos en Vic, menos mal. Lástima que no pudiera escuchar a la Coral Voices interpretando Hallelujah de Leonard Cohen. Demasiadas aglomeraciones. Ruido. Demasiada gente con y sin niños, con móviles centelleando como si fueran cámaras fotográficas. No lo son, pero tanto da. Así es como captura el mundo la gente. Igual que nos capturamos a nosotros mismos. Un autorretrato, un selfi tras otro. La gente. Está claro que somos la solución, pero también el problema.
 No es fácil, sin embargo, ser la gente, actuar como tal y sentirse a gusto cuando algunos, con el tono condescendiente de una complicidad impostada, se llenan la boca de conceptos más o menos tóxicos y actúan como si los hubiéramos elegido para moldear la realidad a su antojo y perfilar nuestros deseos. No es así. Nuestros deseos son sólo nuestros, aunque no sea fácil descifrarlos. Ni siquiera hoy, Día de Reyes.
 En efecto, no es fácil ser padres (como tampoco ser hijos) y no saber si fue Papá Noel o si serán los Reyes Magos quienes nos hielen el corazón con su farsa de cajas vacías y caramelos sin azúcar. Quizá los regalos ya no importen, porque entre el Black Friday, el Cyber Monday y las rebajas de Steam tienes el PC atiborrado de juegos y la casa repleta de los artilugios más sofisticados de Amazon: pulseras para medir el esfuerzo físico que no haces, visores holográficos que no sabes utilizar, móviles inteligentísimos que se convierten en otra cosa y graban cuanto sucede en su interior y afuera. ¡Lo graban todo!
 Ya podrán, pues, amenazarte desde la Comisión de Garantías Democráticas del partido en que te apuntaste para que el mundo fuera mejor, ya podrán amenazarte con que no hagas esto o aquello, con que desaparezcas unos meses y esperes tu turno en la ruleta de las prebendas, ya podrán amenazarte que siempre tendrás a mano la grabación del presunto chantaje y las coacciones, el día a día sonámbulo y marcial del Partido, la prueba definitiva (efectuada con ese móvil low cost que te trajo Santa Claus, porque eres gente y laica y tus dioses son de carne y hueso) de lo fácil que resulta que los gerifaltes de un partido acaben comportándose como jueces y verdugos de un Tribunal Popular o una Inquisición antiguas; y la eternidad entera se resuma, finalmente, en la impotencia con la que constatas que sólo eres una víctima más de ese error ontológico que da en mutilar la realidad para ajustarla, a la fuerza, a la horma del deseo. Que ese partido sea Podemos y que Joan Canyelles acabe de dimitir no es sólo una anécdota, por supuesto.

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