LA TELARAÑA: El cambio climático

viernes, junio 2

El cambio climático

La Telaraña en El Mundo.





 Hace demasiado calor para el mes que estamos. O llueve muy poco, últimamente. Sin embargo, diluvia y hasta graniza de vez en cuando. O hace mucho frío cuando hace frío. Todas estas frases, utilísimos apuntes de ascensor en hora punta, los venimos diciendo desde hace años, lustros, quizá décadas. No se trata, que también, de verificar estadísticas, gráficos y tantos por ciento, sino de atender a las propias sensaciones, apelar a la memoria del cuerpo, a la poca, pero significativa memoria que puede abarcar una sola vida. En efecto, el clima va cambiando con los años, la inercia marcial de ese otro tiempo que es el tiempo biológico. Me refiero a la vida, a las relaciones sociales y laborales, a la mecánica familiar de la rendición programada frente a las arrugas, los achaques y los kilos de más: toda esa grosera parafernalia que, sin embargo, nos mejora la sonrisa año tras año.
 Será, tal vez, que algo va cuajando mientras envejecemos y que mucho de lo que creemos saber lo vamos desaprendiendo a marchas forzadas para poder enfrentarnos a los cambios de la realidad (es decir, a la realidad de cada instante) con el menor bagaje posible de tópicos, frases hechas, ideas preconcebidas. Hay que preservar la vida igual que la realidad, el lienzo, la página en blanco donde aún podemos dibujar o escribir lo que nos venga en gana, lo que necesitemos decir al mundo y a nosotros mismos. Sobre todo, a nosotros mismos. Somos una multitud emborronando, al unísono, ese lienzo, esa página, esa piel que tiembla cuando encuentra otra piel y se acaba reconociendo en ella, en su temblor como en su éxtasis.
 A todo esto, parece que Donald Trump retirará a los EEUU del Acuerdo de París sobre el clima. No conozco la letra pequeña del asunto, pero lo que sí sé es que un acuerdo insuficiente puede ser, sin embargo, imprescindible para que no se nos caiga a pedazos evelo intangible de la capa de ozono, para que no se nos derrita hasta el hielo misterioso o sagrado de la Antártida, para que la privilegiada primera línea de la costa, en fin, siga a salvo de las mareas, de la furia sobrevenida de unos mares con la brújula herida, tal vez, de muerte.
 Puede que el actual desarrollo industrial no sea sostenible a largo plazo. Puede que los intereses económicos y políticos de unos pocos nos lleven a todos a una ruina cierta. Puede que toque cambiar de modelo productivo: cambiar de energía y también de objetivos y prioridades. ¿Se referirá Trump a eso cuando inventa, a medianoche, una palabra y la publica en Twitter? “Covfefe”. “Covfefe”. Covfefe”. Por mucho que la repito, como si fuera una plegaria, no me acaba de sonar a energía alternativa, a futuro prometedor, a solución milagrosa. Pero igual yerro. Ojalá.



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