El precio justo
La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que los condenados por corrupción deberían pagar el coste de su investigación como pide la Fiscalía?
Sí. Tengo la sensación, pese a no saber, del asunto, ni la mitad, que la vida del corrupto de guante blanco -de pasillos y despachos, de teléfonos intervenidos y micrófonos ocultos, de cócteles eternos y sonrisas diplomáticas en busca de subvenciones, de estraperlo en las trastiendas, entrañas y aledaños del aparato político o social, de minucioso arqueo entre la líneas, no siempre diáfanas, de los boletines oficiales de la Comunidad Autónoma que se trate, que son todas-, no es, en absoluto, un camino de rosas. Nada de eso. Hay que hilar fino y siempre con la sombra de la soga al cuello, aparentar más que ser y decir, por supuesto, mucho más que hacer. Convivir con la mentira compartida de las plusvalías ciertas o imaginarias, públicas o privadas, y saber atender, con suma y real delicadeza, al ego general, tan inflado como avaricioso, de tan singular, pero concurrido, gremio. O sea, que de bicoca, nada de nada. O muy poco.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home