Voy a la página
de la Agencia Tributaria y observo -tras unos clics que me sé de memoria- que
mi declaración a devolver sigue en trámite. O sea, que puedo sentarme y esperar
turno o volver mañana o pasado o nunca, con la certeza de que ese dinero será,
como cada año, mi paga navideña; y eso si hay suerte y los meses no se ponen
bravucones o más ásperos de lo que ya están. En efecto, cada uno se consuela
como puede. O casi.
Porque tampoco es
de recibo que sí haya dinero para algunas cosas y no para otras. No se
comprende, por ejemplo, que la Generalitat catalana suspenda pagos -sólo este
mes, dicen- a geriátricos y dependientes, pero siga sosteniendo la farsa de sus
embajadas y de sus infiltrados metalingüísticos, como la OCB en las islas.
Ignoro qué extraña perversión justifica este grotesco baremo de prioridades.
Pero tampoco aquí
nadamos en otra cosa que no sea el fango de la deuda crónica del Govern de Matas, Antich o Bauzá, la
sucesiva renovación del crédito y el alza de los intereses. Ignoro, también,
qué otra perversión es esta de mezclar las arcas públicas con la usura privada
y acabar, así, pagando varias veces por lo que no llega ni a una. Pero igual es
que el calor no me deja pensar de forma correcta.
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