La soledad, cuando la percibes como forzosa y, además, eres
inmaduro, suele acabar haciendo estragos. Es demasiado fácil atrincherarse
entre cuatro paredes y creer que el mundo es un lugar hostil, donde todo y
todos parecen haberse confabulado en tu contra. Primero ves signos y luego
hasta buitres y cuervos. Muy pronto creerás ver tu propio cadáver y es sólo
cuestión de tiempo que acabes, al fin, reconociéndolo. Algo es algo, aunque sea
tan poco.
Pasará, mientras tanto, que abrirás el ordenador y su
patética ventana de cristal parpadeante se acabará convirtiendo en tu única
brújula, tu respiradero, la única luz -ese dudoso espacio entre sombras- en el
que te podrás sentir alguien con voz propia.
Alguien importante, pues, con su blog, sus foros y sus tres
o cuatro «nicks» más o menos inverosímiles, que a nadie importan salvo a ti
mismo. Clamarás, entonces, contra la UIB, por ejemplo, donde no supiste ser
feliz ni tampoco buen alumno, repitiendo los gestos y las profecías muertas de
tus ídolos de barro y en ellos, y en su destino, acabarás encontrando el tuyo.
Todo un manual de autodestrucción a marchas forzadas del que, por fortuna, la
magnífica actuación de la policía cibernética te ha librado, de momento, porque
no sabemos hasta cuándo. Quizá hasta cuando tú quieras, que no es poco; y es
mucho más de lo que mereces.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
Y menos mal que existe la tal policía.
Pues sí, menos mal... Con todo, no me queda muy claro que ese chaval hubiese sido realmente capaz de volar la UIB...
Cuando ves la cara del chaval sonriendo a la entrada del Juzgado, reconoces al personaje principal del "Resplandor". ufff que miedo. Un abrazo. Juan.
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