Una foto de los antidisturbios en la embajada francesa de
Túnez me recuerda a Robocop. Los «tags», o referentes, de la imagen son, entre
otros, Mahoma, Viñetas, Integrismo religioso, Humor, Libertad de expresión,
Fanatismo, Islam y Occidente. Todo un catálogo de síntomas con que la
actualidad se nos agrieta, un abanico de fricciones sin más lógica que un
malentendido de siglos y la certeza de que no todos los caminos conducen a
Roma. ¿Por qué habría de ser así?
No creo, sin embargo, que unas simples caricaturas sean la
causa de este dislate. Es el pasado -así, en general- el que se alza contra el
futuro convirtiendo el presente en un lugar inestable y conflictivo. Es la
vieja tesis, revisitada por error, de que cuanto más se alarga en el tiempo
nuestra cultura -la memoria de los orígenes- más se acorta el porvenir, las
expectativas de un viaje lo más largo y fructífero posible.
Pero no es así y nunca lo ha sido. Hay culturas que supieron
evolucionar y asumir su decadencia, escepticismo o impudor, cuando el destino lo
exigía, y hay culturas que sólo intentan replicarse a sí mismas y convertirse
en únicas. Simplificando, el hermoso caos de la libertad individual frente al
marcial colectivismo de la nación o la fe impuestas.
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