Creo que pasan cosas muy raras. No es normal, por ejemplo,
que un juez, incluso uno tan insomne y persistente como el juez Castro, precise un tocho de más de 200
folios para justificar (con éxito inmediato, esta vez sí) que la infanta Cristina tenga a bien presentarse en Vía
Alemania para responder (voluntariamente, claro) una batería de preguntas que
se presume retórica, seguro que redundante y hasta puede que excesiva.
Pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones. El entramado
de Urdangarin y Cristina es sólo uno
más entre otros muchos entramados, similares, que llevan arrasando España en las
últimas décadas. Una especie de descenso metafórico a los infiernos donde los
círculos (que fueron dantescos y ya sólo son iletrados) se han ido
superponiendo y confundiendo. Allí, la usura financiera, el fraude contable y
la utilización sectaria del mercado. Aquí, la huida a los paraísos fiscales
donde la corte entera de UM sepultó buena parte de nuestro futuro con el permiso
cómplice de sus socios en los sucesivos gobiernos, las comisiones urbanísticas,
el desbarre de las mayorías artificiales, la efervescencia inmoral de los
sindicatos, la desagradable ascensión del nacionalismo y sus aliados
coyunturales, su intolerancia lingüística.
Creo que pasan cosas muy raras. El problema es que ya no sé
si dejarme llevar, definitivamente, por el asco o por la ira. Ambas opciones me
parecen tan poco literarias que casi me avergüenzo de no hallarle, a esta colección
metafísica de catástrofes, más y mejores alternativas. ¿Las hay?
Etiquetas: Artículos
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