LA TELARAÑA: Panero y aquella resaca

viernes, marzo 7

Panero y aquella resaca


La Telaraña en El Mundo.
 
 Todavía le recuerdo, digo, con la copa en la mano y hablando mucho, hablando para poder existir de que no hay nada mejor que decirse a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube la marea del vino en la sangre y el alma. Estoy rescribiendo, claro, el poema «La Canción del Crupier del Misisipi» de Leopoldo María Panero y recordando los días gloriosos en que fingimos asaltar Sa Dragonera o, en su defecto, todos los bares de los alrededores, Sant Elm y el Port d'Andratx. Junio de 1977. Hace una eternidad de nada, de nada, de nada.
 Cincuenta pesetas, recuerdo que me prestó entonces, Leopoldo, ya con el rostro cuarteado por el desencanto, para pagar la enésima ronda de aquellos días preñados de sed y de sol; de versos que recitábamos, aunque aún no los habíamos escrito; de la misma asfixia que ahora, pero de otro tiempo, más infantil y terco, vertiginoso, líquido. Días y, en especial, noches de urgencias metafísicas que ni sospechábamos que nos fueran a dejar alguna huella, pero que lo hicieron: nos dejaron el buen gusto por las causas justas y la resaca bellísima de las hermosas derrotas. Todo lo demás casi que no importa.
 Sobre todo, porque esta mañana me he levantado con la noticia de que Leopoldo ya no está entre nosotros, donde quizá nunca estuvo, y esa dolorosa soledad es lo que más le agradecemos y admiramos. Se ha ido, o se ha vuelto a ir, porque siempre pareció estar de paso hacia ese reino tan suyo, entre civilizado y salvaje, donde sólo sus versos podían sobrevivir y sobrevivirle. Sobrevivirnos.

Etiquetas: