LA TELARAÑA: Los paraísos artificiales

viernes, julio 11

Los paraísos artificiales


La Telaraña en El Mundo.
 
 La prueba de que hay otros mundos (y de que, además, están en éste, según la cita clásica de Paul Éluard) la tenemos con la existencia, a tan sólo unos pocos kilómetros y varias rotondas de Palma, de una urbe en mitad de ninguna parte y de todas, una especie de Sodoma y Gomorra entre los arenales curvos y bronceados de las dunas y la espuma voluptuosa y hecha añicos del oleaje, tan próximo: ese lugar llamado Magaluf, donde no recordamos si estuvimos hace lustros o décadas.
 Resulta, claro, que el tiempo pasa tan deprisa que igual, pese a todas nuestras cábalas, no estuvimos nunca y estamos, en realidad, delirando sobre un lugar de ficción que sólo existe en la mente tórrida y locuaz de un turismo que viene, exclusivamente, en busca de los paraísos artificiales que ya no se encuentran en el aburrido mundo real sino, tal vez, en sus universos paralelos, en sus hangares alternativos bajo la niebla, en sus limbos de alcohol, éxtasis y lava; de humanidad ebria e insomne, estupefacta entre los vapores y las alucinaciones. El spleen. La ascensión y caída de Ícaro. O los versos del mejor poema de Arthur Rimbaud, Una temporada en el Infierno.
 Luego sucede, no obstante, que estos paraísos artificiales se convierten en pesadillas demasiado largas y convincentes. Es cierto que el cuerpo da para bastante, pero la mente no siempre le acompaña y, cuando se queda atrás o desembarca en otra parte, la fiesta se reduce al estertor de una muerte anunciada que acaba en vómitos, y no en sangre, tan sólo cuando hay suerte. Mucha suerte.
 

 

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