Seguro que hay una miríada de resortes legales o
burocráticos que ignoro. Que las personas se mueven gracias a intereses de otro
mundo, o no; todos los mundos son este mundo y no me olvido de los que aún
están por venir y ya se anuncian en las esquinas pavorosas de la síntesis: la confrontación
o el desengaño.
Seguro que hay más de un par de filosofías sociales sobre la
educación y las masas, un maremágnum de sicologías aplicadas y hasta varias
dialécticas (más o menos históricas) detrás del telón y del talonario. Cientos
de acciones cruzadas alrededor de un desembarco en no importa el lugar,
mientras cale hondo. Qué menos. Nada mejor que tergiversar la historia y
usurpar (como tahúres) la voluntad pública de los que callan y otorgan. De los
que dudan y auscultan, inmóviles, el temblor de la verdad y la mentira: ambas
se revuelcan. Nadie sabe cómo.
Seguro que la marea verde retrocede de noche y avanza al
alba. Hay que inundar las aulas con la ideología espumosa del resplandor, la
letanía litúrgica de una lengua y un territorio. El caos de los sentidos cuando
el mundo se hace fuerte en una única dimensión y acaba romo y plano, tullido.
Seguro que las aulas, entonces, son el cadalso de una nueva Inquisición (tan
española) y las palabras preceden a los actos mientras brillan las túnicas del
deseo en los ojos y la marea (ahora negra como una leyenda) cubre los arrecifes
y los engulle. No hay faro, no hay luz capaz de penetrar algunos enigmas. El de
la representatividad efectiva de la Assemblea de Docents, por ejemplo.
Etiquetas: Artículos
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