Cuando la realidad me decepciona me busco alguno de sus
paisajes alternativos, algún corte al por menor de la pieza entera de los días,
para hacer así, en definitiva, como casi todos y sentir que hay refugios y
hasta paraísos artificiales en los que seguir descubriendo quienes somos, como
siempre pero de otra manera; a escondidas y sin estridencias, como por
descuido, error u omisión y sin sacar pecho, como simples oyentes (y también
espectadores) del espectáculo que sea. Hay muchos y para todos los gustos.
Puedo, pues, dejar de lado tanto el esperpento catalán al
respecto de la independencia que jamás tuvieron (no más que ahora, quiero
decir) como la indigente situación de la educación en las Islas. Obviamente se
está produciendo el esperado choque de trenes entre el angosto y paralizante
Decreto de Normalización Lingüística y la lógica social del trilingüismo, sin
que la torpeza administrativa (y comunicativa) del Govern parezca capaz de
hacer otra cosa que emparejarse, al menos en altura de miras, con la absoluta decrepitud
ideológica de la oposición. El asunto anda rodando por los suelos. «Like a
Rolling Stone», que cantó Bob Dylan
y muchos otros le versionaron.
Así las cosas, nada mejor que andar probando, como ya lo
estoy haciendo, las avanzadillas del nuevo sistema operativo (llamado Windows
10) que Microsoft acaba de sacarse de la manga. Me gusta la informática. Me
permite desbordar los límites físicos del lenguaje y arreglarlo todo, después,
con un simple reinicio. Ojalá fuera tan fácil con la vida misma.
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