Me parece que es muy de agradecer que este año los libros de
la Fira del Llibre (los libros, pero también los libreros, los entes más o
menos oficiales y pudientes y hasta los pobrecitos autores a la caza de algún
fan despistado u enloquecido al que endosar, por fin, un afilado autógrafo) se
hayan desparramado por entre los puestos de las flores y las terrazas de los
bares de una punta a la otra de la Rambla en vez de apiñarse, como era casi una
costumbre y también una especie de metáfora, unos con otros y todos entre sí.
No hay nada peor que el espectáculo de la uniformidad convertido en escaparate,
en simulacro de horizonte.
Han cumplido, pues, los libros, los libreros, los entes más
o menos oficiales y pudientes y hasta los pocos escritores que aún nos quedan, que
son los de siempre diluidos, tal vez, por el espejismo de la discreción y el reemplazo
voraz de las generaciones, han cumplido, decía, con el ritual de tender al sol
su mercancía de ocio e introspección, de evasión o derrota contra el tedio, el
ruido, la hermosa blasfemia de los mercados, el aroma (con lenguaje) de las
flores, las tapas y los refrescos, la absenta cotidiana de quien viaja por
abismos que empiezan donde el filo de las páginas convierte la tinta en sangre
y el papel en piel, risa, clamor, nada.
No se pierdan, el miércoles a las 18 horas, las presentaciones
del Institut d´Estudis Balearics en honor de Cristóbal Serra. Por una vez que el IEB promociona algo que me interesa,
no es cuestión de silenciarlo, sino todo lo contrario. Albricias.
Etiquetas: Artículos
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