Voy del Black Friday al Cyber Monday huyendo de las
sudorosas aglomeraciones de la vida real, con los ojos como platos y alguna que
otra escurridiza oferta en la diana virtual de mis propios deseos. Es cierto,
me apasiona escrutar las reveladoras leyes de la oferta y la demanda, porque
(aunque las sepa manipuladas por la usura de unos cuantos o lo que es peor, por
la de todos) nos acaban explicando muchas cosas sobre nosotros mismos y nuestra
curiosa forma de vida.
Llevo varios días, pues, repasando con una más que evidente
atención y demora las llamativas páginas webs repletas de ofertas flash, que
duran sólo un rápido suspiro o un fulminante abrir y cerrar de ojos, tal vez el
parpadeo fugaz o el guiño seductor que podría resumir toda una vida, pero que no
lo hace, quizá la broma cuántica de saberse tan cerca y tan lejos de acceder,
al fin, a ese sueño definitivo que siempre se nos deshace una vez creemos
haberlo alcanzado. Puede que esa sea la auténtica naturaleza de nuestros
deseos. O de nuestras necesidades.
No nos hará falta acudir a Kant para descifrar que entre la necesidad y el deseo transcurre la
vida. Transcurre exactamente la vida.
El domingo me sacó a la calle el insoportable estruendo de los tambores de
Tambors per la Pau y Sambad'akí. Tras ellos, sin embargo, venía otro estruendo
peor, la inapelable amenaza de un cambio climático contra el que, en Palma,
sólo se sumaron Es Racó de Ses Idees, Amics de la Terra, GOB, Podem, MÉS y GIRA
España. Muchos menos, en definitiva, de los que deberían.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home