LA TELARAÑA: De selfi en selfi

martes, diciembre 20

De selfi en selfi


La Telaraña en El Mundo.

  De repente llueve con intensidad y hasta ventea con fuerza. Acaba de amanecer, pero la luz aún no ha tomado posesión del mundo: no se sabe cuándo lo hará y hay quien dice que no lo hará nunca. No hay que hacer caso a los agoreros, ni antes ni ahora ni después. Mientras tanto, abro las ventanas y observo la silueta alargada y tendida de la calle Olmos, extrañamente vacía y mojada, muy brillante, oscura. El tímido resplandor de un rayo me turba un instante la mirada. Creo que andamos entre la alerta amarilla y la naranja e, inmerso en ese juego de colores, espero que muy pronto acabe saliendo el arcoíris entero por el horizonte. No sería mala cosa.
 Hago memoria y recuerdo los informativos de ayer y anteayer, el de hoy, seguro que el de mañana. El torrente Gros se ha inundado y un reportero se mete hasta las rodillas en el agua para poder contárnoslo con todo lujo de detalles. Así da gusto. En San Magín ha estallado una tubería y ha saltado la pesada tapa metálica de una alcantarilla. Los atribulados reporteros nos la muestran (o nos la mostrarán, en definitiva) con cierto aire a misión cumplida en sus rostros. Se ha caído un muro en la calle Camilo José Cela y, sobre sus ruinas, una intrépida reportera intenta contarnos el desastre y mantener el equilibrio. La miro y siento, a la vez, un no sé qué de curiosidad y lástima. Me temo que cuando tenga que informar sobre algo peor o más grave no habrá quién le arriende las ganancias.
 Parece, pues, que la información de la realidad necesita, cada vez más, ser contrastada con imágenes y contorsiones en riguroso y convincente directo. En efecto, habrá que hacerse, y no exagero, porque ya se está haciendo, un selfi lo más impactante posible con el cuerpo mismo del delito, con la víctima o el culpable, según proceda, y propagarlo luego, a la velocidad de la luz y el vértigo, a través del vomitorio de las redes sociales por los telediarios de todas las televisiones, públicas, privadas o locales, por los infinitos canales más o menos descerebrados de YouTube, por todas las tertulias habidas y por haber de Telegram o WhatsApp. La información al poder, qué caramba.
 Está claro que, aquí y ahora, debería adjuntarles una foto de mi mujer y yo mismo achicando, juntos, el agua que ha inundado, esta noche, la pequeña galería donde tendemos la ropa recién lavada. Lo haría con muchísimo gusto, pero este reportero (que, por supuesto, no lo es) está de la sociedad del cotilleo institucionalizado, inmisericorde y frívolo hasta donde no puedo contarles sin ser, irremediablemente, grosero y hasta obsceno. Y eso sí que no debo permitírmelo. Faltaría más.

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