La realidad no es sólo un montón de cosas que suceden o no;
es también el discurso, el lenguaje en acción que ordena esos sucesos,
meciéndolos entre el caos del absurdo y esa leve brizna refrescante que nos
transportan, a veces, algunas palabras, las que están bien dichas o escritas, seguramente
bien pensadas. No es nada fácil, pues, encontrar el equilibrio entre ese
lenguaje y esa realidad que se nos escapan por entre las celosías de la razón
convertida, finalmente, en un filtro donde se nos acumula, inmisericorde, la
basura. La basura general y la propia, la basura de todos. Es por ello, que no
podemos realizarle una autopsia completa a ese cadáver exquisito de la realidad
global y nos vemos impelidos a analizar tan sólo sus fragmentos: las huellas y
los excrementos, los signos y los símbolos. A veces no hay otra forma de
entender lo ininteligible. Y ni así.
No voy a sobresaltarme lo más mínimo, porque todo,
absolutamente todo, parece estar permitido. La realidad se ha vuelto laxa,
informe, casi que líquida y no creo que sea por el sudor o los escalofríos que
se avecinan, sino por la falta social de discurso, de lenguaje válido que la
sostenga. Nos quedan los gestos, claro. Así, los miembros de la CUP, por
ejemplo, convierten su realidad (y la nuestra) en unas fotografías rotas y
abrasadas en público y bajo palio. La autoridad en sus manos es la hoguera de
una nueva inquisición: la España negra, ahora la de las redes sociales y el
smartphone en llamas, otra vez revisitada.
Pero no hay que olvidarlo. Los de la CUP son gente de orden,
aunque aparenten lo contrario, porque no se está en un gobierno si no se aspira
a un orden, siquiera sea a ese orden propio y mayúsculo, infantil e infernal,
con que Babel edifica sus ruinas y acaba derruida. Es lo que pasa cuando no hay
diálogo ni discurso y la gente de orden se empeña en ordenarnos de forma
ininteligible. Ya lo dije. A veces no hay forma de entender lo ininteligible.
Estoy hablando de la basura y decido no abandonar el tema. Salgo
a la calle y constato que Palma está sucia. Que hay zonas donde no la recogen o
lo hacen tarde y mal. Será por ello que la teniente de alcalde de Ecología,
Agricultura y Bienestar Animal (y presidenta de Emaya), Neus Truyol, recién acaba de presentar su plan de limpieza para
2017. No debiera hacer falta aclararles a los ecosoberanistas de Més que, por
desgracia, tampoco basta con el discurso para ordenar completamente la
realidad. También hace falta la acción. Sobre todo, si se trata de limpiar de
basura las calles. O la vida misma.
Etiquetas: Artículos
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