LA TELARAÑA: La psicología del toro

viernes, junio 23

La psicología del toro


La Telaraña en El Mundo.



 La mejor ley es la que no existe, la que se cumple por sí misma o por nuestras circunstancias, la que escapa a cualquier tentación de reinterpretarla o ponerle, quizá, bridas, la que fluye como el aire que respiramos sin que notemos su presencia. La verdad es que hay muchas de estas leyes, llamémoslas no escritas, ordenando nuestra convivencia, nuestra forma de vivir y relacionarnos en el entramado social o laboral, pero habría muchas más, muchas más leyes no escritas, quiero decir, si la educación y cultura colectivas, el sentido común y la empatía hacia los demás (y también hacia uno mismo) mantuvieran unos niveles más altos de los que, en la actualidad, mantienen. De hecho, el mundo se nos cae a pedazos entre la dejadez suicida, revestida de incurables tintes fatalistas, de la mayoría y la tendenciosa y sectaria visión de los que intentan dirigir la vida en beneficio de no sabe muy bien qué o quién. De ellos mismos, por supuesto.
 Me asomo a la calle Olmos. Son las diez de la mañana y la calle está casi vacía. Parece que Palma se levanta sin prisas de otra noche en la que este calor de agosto en junio apenas sí nos ha dejado dormir. Vista desde donde la observo, la calle parece la lengua alargada y exhausta de un perro sediento. O de un toro encerrado en sí mismo.
 En la televisión, un dron exhibe, una vez y otra, la desoladora imagen de una autopista portuguesa repleta de cadáveres y coches quemados. Esa calle del infierno la vi en The Walking Dead. Es lo que tiene la ciencia ficción, su realismo es tan extremo que siempre nos acaba demostrando que no hay nada más revelador que el cataclismo último al que, no por casualidad, llamamos Apocalipsis.
 Pero hablaba de las leyes mientras una nube se me cruzó con sus esperanzas o temores de lluvia. Así pasan las ideas y descargan o desaparecen, porque sólo estaban de paso. Hay un punto, un aspecto de la Ley Antitaurina de este Govern (hablo de esta ley no porque me interese el tema, sino por este Govern no se dedica a otra cosa que a reinterpretar la vida y a parchearla con sus ocurrencias y dislates, sus ganas de llamar la atención o desviarla) que me parece fantástico. Entre otras exigencias prosaicas, como prohibir la muerte del toro, las banderillas o el rejoneo, me conmueve sobremanera que se exija para la celebración de las futuras corridas un informe previo sobre el estado síquico del toro. Seguro que el Pacte ya tiene a punto alguna cuadrilla de empresas amigas repletas de parasicólogos, quiromantes, nigromantes y chamanes animalistas para sacar adelante esa verónica a mano cambiada con pase cruzado de pecho y desplante final con la que un torero que se precie se queda mirando, fijamente, a su público. Cuidado con el toro.

Etiquetas: